quitar el tapón del estanque: flujo denso doliente y purificador abrir los ventanales prohibidos los mohosos vuelvo y me derroto pero me triunfo creo que me triunfo porque la levedad se fuga ¡y la espuma revienta! me triunfo sobre el aire alambrado sobre el yo apóstol el ego se amamanta en celdas epistolares solitario y liso no le importa la medida muda de la distancia ¡sin biología e inédita! orfanato telúrico elongación de carnaduras que se creen FUERA—DE—LO—COMÚN
De viva voz
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Comienza con una imagen novedosa de renovación interior.
Después indica una apertura de “sí mismo” o del inconsciente (“ventanales prohibidos”) que está reprimido o “mohoso”.
La “levedad” es sinónimo de superficialidad, de máscara social, apariencia.
El “aire alambrado” se refiere a la prisión del ego.
“sin biología” se refiere a que está deshabitada, sin vida, ni nadie (el inédita es desconocida). Tal vez con lo telúrico, la distancia “muda” es una distania hacia abajo, a lo profundo de la tierra donde el cadáver se desintegra en una “elongación de carnaduras” o sea, en sustancias que fueron carne y que ya “no son fuera de lo común” porque es tierra nuevamente.
Después de escribir este poema y a propósito de un correo-e que me envió Wilson Orozco, sentí todo el rigor de la carga jesuítica.
Lo confirma este texto tomado de Wikipedia: “Ignacio escribió las Constituciones Jesuitas, adoptadas en 1554, las cuales crearon una organización monacal, exigiendo absoluta abnegación y obediencia al Papa y superiores (perinde ac cadaver, “disciplinado como un cadáver”). Su principio fundamental se volvió el lema Jesuita: Ad Maiorem Dei Gloriam (“A mayor gloria de Dios”).”